Motivación interna: Castigos, premios y elogios
- Angela Cortés Segura
- 12 jul 2019
- 5 Min. de lectura
Premios y castigos: No, gracias!
La idea de no ofrecer premios o recompensas ni de aplicar castigos tiene como objetivo el favorecer la auto-motivación y la auto-disciplina en el niño; es decir, que el niño haga bien las cosas por el mero hecho de hacerlas y por su propia satisfacción, en vez de hacerlo para conseguir un premio o evitar un castigo.
Y si no utilizamos castigos, los niños “se van de rositas” cuando han hecho algo mal?
Por supuesto que no! En vez de castigos utilizamos consecuencias, que aunque pueden parecer lo mismo envían un mensaje muy diferente.
El castigo es algo impuesto de manera externa, mientras que la consecuencia es algo que va asociado de manera natural al acto en cuestión.
Veamos este Ejemplo:
El niño se niega a recoger sus marcadores/rotuladores después de dibujar, cómo reaccionamos?
“Vete a tu cuarto y y no puedes volver a utilizar los marcadores/rotuladores en dos días” (Castigo que nosotros imponemos y que es arbitrario)
“Si no recoges los marcadores/rotuladores y los dejas destapados se secarán y ya no podrás volver a dibujar con ellos” (Consecuencia directa de sus actos)
El niño se hace berrinche a la hora de ponerse el pijama, lavarse los dientes, recoger juguetes, etc., Cómo reaccionamos?
•“Si te pones la pijama te dejo jugar un rato antes de irte a la cama” (el niño percibiría eso como una recompensa que nosotros le damos) •
•“Si te pones la pijama tendrás tiempo de jugar un rato antes de irte a la cama” (en este caso lo percibirá como una consecuencia lógica de sus actos).
La diferencia puede parecer sutil, pero es importante!
Y qué hay de los premios? Eso suena más positivo, no?
Los premios o recompensas no son tampoco una buena idea, y si queremos recompensar de alguna manera un buen comportamiento, también debemos hacerlo de modo que el niño perciba la recompensa como algo inherente al acto que la ha ocasionado, a veces es sólo una cuestión de modificar nuestro lenguaje…
"Cada hombre tiene una vocación latente, modesta a veces pero ciertamente útil, el premio puede desviar esa vocación por el falso camino de la vanidad y así queda perturbada o anulada una preciosa actividad Humana. " M.Montessori. El Método de la pedagogía Científica. Araluce. Barcelona. 1915.
En cuanto a los premio, desde la perspectiva pedagógica, se recomienda unánimemente evitar absolutamente el uso de refuerzos materiales para modificar el comportamiento del niño, aquéllos siendo considerados como nefastos a su proceso de reflexión y de autonomía. Se deberían al contrario privilegiar los refuerzos inmateriales, en particular los afectivos, adoptando una actitud de aprobación, alegría y cariño frente a los comportamientos positivos que demuestre el niño, hasta que aquéllos se conviertan en un hábito establecido. Una voz suave, una mirada y una sonrisa constituyen la mejor manera de transmitirle nuestra aprobación, con tranquilidad y positividad.
Los premios deberían por otra parte ser formulados siempre de manera positiva: así, resulta más adecuado decir « Si te portas bien en la mesa, podremos jugar un ratito » que « si no te portas bien, no jugaremos ». De la misma manera, resulta interesante resaltar la temporalidad más que la condición, prefiriendo « Cuando acabes de comer, podremos jugar juntos » a « Si acabas de comer, podremos jugar juntos ».
Finalmente, resulta muy importante que los padres y educadores se centren en resaltar los buenos comportamientos del niño, ignorando sus conductas inadecuadas. Efectivamente, la atención recibida por el niño en caso de conducta inapropiada - aún bajo forma de castigos o reprimendas - está percibida por él como un premio, al ser muy importante la necesidad de atención de los niños en edades tempranas. La atención otorgada en aquellos contextos funciona por consiguiente como un reforzador de los comportamientos inadecuados y resulta entonces imprescindible evitarla para alcanzar su progresiva extinción. En caso de malos comportamientos (en particular a los 2 años de edad con la etapa del no y sus numerosas rabietas) y siempre que aquéllos no impliquen un peligro para el niño, se recomienda entonces evitar cualquier contacto con aquel, ya sea visual, táctil o comunicativo, hasta la finalización de la conducta.
El uso del castigo como recurso educativo debería siempre tratar de evitarse, en la medida de lo posible, para permitir el desarrollo de una educación positiva. Aquella técnica educativa provoca reacciones emocionales negativas en el niño (rabia, miedo...), así como un posible sentimiento de rencor hacia quien lo aplica. El castigo está además considerado por numerosas corrientes pedagógicas como innecesario en la educación e inútil en la construcción de hábitos.
Sin embargo, en caso de que se decida finalmente recurrir a él, resulta imprescindible seguir una serie de precauciones que posibilitarán un uso más adecuado y menos perjudicial para el desarrollo del niño:
- Asegurarse de que el niño conozca las normas y los límites establecidos y las actitudes consideradas como apropiadas en cada situación, explicándole con claridad los comportamientos positivos que debería adoptar: resulta imprescindible asegurarse de que el niño sea consciente de la razón por la cual se le castiga y del comportamiento que se espera de él en esta situación.
- Advertir al niño de las consecuencias o riesgos de su mal comportamiento . - Reprimendar siempre la conducta, no al niño (preferir « Te has portado mal» a « Qué malo eres »).
-No amenazar nunca con algo que no se cumplirá (así, si un padre decide amenazar a su hijo diciéndole que irá a la escuela en pijama si no se viste, debe estar convencido de que lo llevará así a la escuela)
-No reprimendar sobre cosas que no son realizadas por los propios referentes educativos, respetando el principio educativo de ejemplaridad: así, los referentes educativos no pueden exigir del niño que ordene sus juguetes si ellos adoptan comportamientos desordenados. De la misma manera, pedir a un niño que no tenga rabietas y discutir sin embargo en su presencia o sin motivos claros provocará una falta de resultados educativos.
-Aplicar preferentemente castigos educativos (como el tiempo fuera, alejando al niño durante un número de minutos correspondiendo a su edad), evitando castigos privativos, en particular antes de los 3 años (como la retirada de un juguete)
-No castigar nunca con la comida o el sueño: constituyen hábitos saludables y necesidades básicas que el niño no debería asociar negativamente al castigo
-El castigo debería siempre ser reflexivo, medido, adaptado a la edad del niño y a la situación, de aplicación inmediata tras la conducta inadecuada (para permitir la asociación de la conducta inadecuada con el castigo, en particular en los primeros años de vida)
-El castigo no debe responder a un impulso o a una situación emocional interna de los padres o educadores, sino a una reflexión detenida y a una posterior decisión educativa clara.
-Los castigos y las reprimendas no deberían ser realizados siempre por la misma persona, para evitar la construcción de una relación negativa o estricta con uno de los dos padres.
-Es imprescindible el consenso entre los padres, para evitar desorientar al niño con actitudes contradictorias o cambiantes.
-Las reprimendas deben ser realizadas coherentemente, un estado de ánimo positivo o negativo no debiendo nunca generar una mayor indulgencia o severidad por parte de los educadores y padres: la actitud adoptada frente a una misma conducta debe ser estable y sistemática.
-El castigo no debe nunca ser humillante hacia el niño ni vengativo, ni implicar ningún daño físico o emocional.
-El castigo no debe nunca hacer pensar al niño que podría perder el amor de sus padres o hacerle sentirse rechazado por ellos.
-En edades tempranas, los niños son muy receptivos al tono de voz con el cual se les habla: se puede emplear un tono firme pero nunca levantar la voz, ya que los gritos o amenazas pueden tener repercusiones negativas en el desarrollo del sistema nervioso central del niño (en particular en las estructuras cerebrales responsables de la regulación emocional)
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